7 obras que definen la Bienal de Venecia 2022: del medio ambiente al mundo virtual y la guerra contra Ucrania

Venecia es en estos meses el espejo de Alicia en el País de las Maravillas al escenificar, en más de mil obras de arte, el mundo entre la realidad, el sueño, los temores, las reivindicaciones y las advertencias para mejorar las relaciones con el medio ambiente, la diversidad y lo digital. Los latidos del arte contemporáneo más comprometido suenan con fuerza en la 59ª Bienal de Venecia, del 23 de abril al 27 de noviembre de 2022, con un año de retraso, debido a la pandemia covid-19, con 213 artistas de 58 países.

La ciudad italiana es, desde 1895, el termómetro del mundo más allá del arte por el arte al adquirir este un adn político y de reflexión. La leche de los sueños (The Milk of Dreams) es el concepto de esta Bienal en honor del libro de la artista surrealista Leonora Carrington (1917-2011) en el que dio rienda suelta a cuentos de hadas misteriosos con texto e ilustraciones. “La exposición nos lleva a un viaje imaginario a través de las metamorfosis de los cuerpos y las definiciones de lo humano”, según Cecilia Alemaní, curadora de la exposición.

La Bienal se articula sobre tres temas principales: la representación de los cuerpos y sus metamorfosis, la relación entre los individuos y las tecnologías, y la conexión entre los cuerpos y la Tierra. El siguiente es un asomo a siete de esos espejos artísticos que atraviesan el presente, según la descripción de la web:

Songs from the Compost: cuerpos mutantes, estrellas implosionantes (2020), de Eglé Budvytyté, en colaboración con Marija Aolsauskaite y Julia Stepinaityté – Lituania:

“Trabajando en la intersección de música, poesía, video y performance, Eglė Budvytytė explora el poder de la colectividad, la vulnerabilidad y la permeabilidad entre los cuerpos y los entornos que habitan. En la película Songs from the Compost: cuerpos mutantes, estrellas implosionantes examina la arrogancia humana hacia los animales, las plantas, las bacterias y los hongos. Es una exploración hipnótica de la interdependencia, desintegración y decadencia de los cuerpos que demuestra la necesidad de redes entrelazadas entre seres humanos y no humanos para fomentar las relaciones entre especies”, Liv Cuniberti.

CASCOS VI (2019), de June Crespo – España:

“June Crespo realiza esculturas a partir de materiales industriales que hacen referencia a formas arquitectónicas y corporales. Cada una de sus esculturas sugiere un cuerpo atrincherado en un espacio arquitectónico. Al incorporar prendas, propias y ajenas, en materiales industriales, la artista apunta a espacios domésticos e íntimos. Las instalaciones de Crespo reflejan tanto los futuros paisajes urbanos distópicos como nuestra experiencia contemporánea como criaturas cyborg compuestas”, Melanie Kress.

La fuente del agotamiento (1995), de Pavlo Makov - Ucrania:

“Sus obras exploran los paralelismos entre el cuerpo humano y el paisaje urbano. La obra de arte La fuente del agotamiento pretendía ser un símbolo paradójico de la vida: un río desemboca en otro y, sin embargo, ambos se agotan y se secan. El proyecto se ha liberado del contexto limitante de la metrópolis de Europa del Este de su nacimiento y crece para representar el agotamiento global de la cultura, la economía y la política”, Lizaveta German.

Adán y Eva (2021), de Simone Fattal – Siria:

“Sus figuras emplean detalles mínimos reconocibles: dos columnas anchas se convierten en piernas, una pieza de arcilla que conecta el torso o la cabeza, y una ligera inclinación hacia un lado en un gesto. Sus esculturas siguen una transformación del espíritu humano en forma material, tanto buscando como negando una esencia subyacente”, Melanie Kress.

Interfaz azul (2020), de Tishan Hsu - Estados Unidos:

“Tishan Hsu ha descrito la integración de la tecnología con el cuerpo como su preocupación artística central. Ha dicho: ‘Me considero un cyborg. Google es mi memoria’. Sus obras disuelven el umbral entre la pantalla y la carne. En la raíz de estos trabajos está la cuestión de los efectos de la tecnología, ya sea distorsionando, vigilando o dando vida, en los seres humanos”; Madeline Weisburg.

El pescador (2020), de Roberto Gil Montes – México:

“Su trabajo revisita y reinventa la tradición con referencias a la iconografía precolombina y huichol, incluidas criaturas investidas con un significado cosmológico, como perros, jaguares, venados y bailarines, junto con las experiencias cotidianas y oníricas de su propia vida. El Pescador es la mirada irónicamente queer a El nacimiento de Venus, de Botticelli, con el papel de su diosa titular, que emerge de una concha gigante, interpretada por un joven pescador reclinado. Es un imaginario de incongruencia y color donde la fidelidad al absurdo y la reverencia a lo humilde esclarecen e iluminan con engañosa ingenuidad”, Ian Wallace.

DOKU: La reencarnación digital de LuYang, de Luyang – China:

“LuYang crea instalaciones inmersivas en mundos similares a los de los videojuegos. En DOKU crea una historia marcada por la inserción irónica de muchos eventos actuales de la vida real. En esta película el espectador viaja con su protagonista, Doku, a seis reencarnaciones espirituales. Sus trabajos provienen de su investigación en laboratorios de neurociencia, influencias del hip hop, estilo gótico callejero y la práctica de Otaku”, Ian Wallace.

Estas obras de arte son como ecos de los cuentos surrealistas de La leche de los sueños, de Leonora Carrington, puestos al día. “No es una exposición sobre la pandemia, pero registra inevitablemente los trastornos de nuestra época”, explicó Cecilia Alemaní, añadió que “en tiempos como éste, como demuestra la historia de la Bienal de Venecia, el arte y los artistas pueden ayudarnos a imaginar nuevos modos de convivencia e infinitas posibilidades de transformación”.