Antoine de Saint-Exupéry y sus facetas menos conocidas: corresponsal de guerra, científico y humanista

La sexta edición del ciclo Hotel Florida, de Ámbito Cultural, dedica una de las sesiones al autor de 'El principito' y su presencia en la Guerra Civil española. Participaron Montse Morata, Eva Villaver y Juan Bonilla
Detalle de la portada del libro 'Saint-Exupéry. Le Seigneur des sables' (Glénat).
ÁMBITO CULTURAL  23/01/2024

Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) era un poeta, piloto, idealista y autor interesado en la condición humana que nos descubrió la grandeza en lo pequeño. Ese es el retrato que realizó del autor francés tres de las personas que mejor conocen su obra: Montse Morata, Eva Villaver y Juan Bonilla. Fue en la sexta edición del ciclo Hotel Florida, de Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, en la sala Callao de Madrid, el 22 de enero de 2024.

Esta segunda sesión del ciclo, que tiene lugar entre el 19 y el 27 de enero, arrojó luz sobre varios de los aspectos menos conocidos de uno de los escritores más conocidos, leídos y traducidos especialmente, por su obra, El principito . Saint-Exupéry fue uno de los huéspedes ilustrados del Hotel Florida, de Madrid, donde estuvo como corresponsal para cubrir la Guerra Civil española. Un período en el que coincidió con escritores como Ernest Hemingway y John Dos Passos.

En 2024 se celebran dos aniversarios de Saint-Exupéry: continúan los 80 años de El principito (1943) y se conmemoran los 80 de su muerte, mientras pilotaba su avión en una misión de la Segunda Guerra Mundial, en el Mar Mediterráneo, cerca de Marsella, el 31 de julio de 1944; Además, hay una nueva traducción de Tierra de los hombres (Ladera Norte), considerada por algunos como su mejor obra. Es un libro concebido a partir de sus textos de periodismo y difícil de traducir por su estilo poético, reconoció su nueva traductora, Berta Vías Mahou, que estuvo entre el público.

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Durante una hora y media de clase magistral sobre Saint-Exupéry, los tres invitados trazaron sendos retratos del gran escritor. Con su presencia en España abrió la sesión Montse Morata, periodista, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora de su biografía Aviones de papel:

El golpe resuena sobre el yunque, un herrero gigante forja Madrid’, lo dijo Saint-Exupéry en el Hotel Florida, cuando presenciaba los bombardeos franquistas en abril de 1937, en la Gran Vía madrileña. Llegó a Madrid el 11 de abril de 1937, pilotando el avión del periódico que lo enviaba, el vespertino Paris Soir. Quería convivir con los hombres de la guerra, con los milicianos; conocer sus verdaderas motivaciones. Estuvo en las trincheras de Carabanchel. Iniciada la guerra, en 1936, estuvo en Cataluña, en el frente de Lérida.

No fue un periodista vocacional. Lo ejerció porque no le quedó más remedio, entre 1932 y 1938. Pero dejó una aportación singular, y el periodismo le permitió conocer los grandes escenarios y las grandes encrucijadas de su tiempo. Y le sirvió para configurar la mayor obra literaria de su vida, y que no fue El principito, cuyo éxito no llegó a conocer, sino Tierra de los hombres”.

 

La combinación que hace Saint-Exupéry del periodismo y la literatura la explicó el escritor Juan Bonilla:

“Pocos autores son desplazados por la leyenda que producen. Y él, sin El pequeño príncipe, hubiera sido igualmente legendario por su vida de aviador. Es muy de su tiempo. Toda la literatura se produce en un tiempo y un espacio determinado, pero la gran literatura lo que trata es de librarse del tiempo y del espacio que la determinan. Saint-Exupéry empieza a escribir después de las dos grandes oleadas vanguardistas. Es ejemplo de la difuminación de los géneros literarios y de poetizar la narrativa y de narrativizar la poesía. Es poeta, antes que nada. El instrumento esencial en un poeta es el microscopio. Alguien capaz de mirar la superficie de las cosas y la realidad y ver que hay cosas que los demás no ven y no las muestra, y eso él lo hace. Logra que nos fijemos en la grandeza de la pequeñez.

No era un buen corresponsal de guerra. Era un corresponsal contra la guerra. Descubre algo que le hará la vida difícil: que en toda guerra puede que haya un bando bueno y un bando malo. Pero, lo que es indiscutible, es que en el bando bueno hay buenos y malos, y en el bando malo hay malos y buenos. Eso lo descubre en la trinchera de Carabanchel. En el Hotel Florida no se sentía muy cómodo con la tribu de los corresponsales de guerra. El periodista tiene que contar la realidad y él iba buscando otras cosas”.

 

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El lado más científico y poético de Antoine de Saint-Exupéry lo expresó Eva Villaver, astrofísica, directora de la Oficina del Espacio y Sociedad de la Agencia Espacial Española, ex investigadora de la Nasa y autora del libro Las mil caras de la Luna:

“Es falsa la dicotomía de que el ser poético es incompatible con lo científico, porque el ser humano puede convivir con ambas vertientes. A Saint-Exupéry la ciencia le permitió algo que le fascinaba: volar. Veía el mundo hacia arriba y hacia abajo. Eso marcó su escritura, su forma de ver el mundo. Su legado a la ciencia va más allá de El principito. El libro se ha utilizado en la ciencia de manera creativa. Dejó cosas en diferentes campos. Admiraba a Newton. Le gustaban los atardeceres y lo refleja en su obra.

La poesía busca la palabra perfecta que describa exactamente lo que quieres transmitir. Y la ciencia hace exactamente lo mismo: tratar de describir una realidad, que no se conoce todavía, de la manera más precisa posible. Ambas visiones de entender la realidad son exactamente lo mismo. Lo que pasa es que utilizan instrumentos diferentes, una utiliza la palabra y la otro la matemática, pero ambas parten de la misma estructura mental. Él era muy capaz no solo de ver lo que ocultan las cosas, sino de mirar de otra manera. Muestra cómo describir una realidad para que se ajuste lo más posible a lo que hay debajo de la realidad. Es lo que intenta hacer la ciencia. Él sabía cómo funcionaba el ser humano”.

Las pinceladas sobre cómo Antoine de Saint-Exupéry afrontó la ideología y el idealismo son claras:

“Va a la Unión Soviética de Stalin y no le interesan las ideologías, le interesa el ser humano. Es en la Guerra Civil española donde empieza a interesarse por las ideologías y ver hasta dónde pueden llevar al ser humano. Es crítico con todos los bandos, y en todos ve personas nobles. Se le reprocha la falta de compromiso, pero muere combatiendo el nazismo, con los Aliados. En su literatura busca dar sentido a la vida de los hombres, es un idealista”, asegura Montse Morata.

“Peca de una ideología humanista. Cae en la trampa del idealismo y lo va a pagar con lo que pasa en Francia. Porque no se va a entender ese esfuerzo suyo por unir capacidades. No le dio tiempo a ver el final de la Segunda Guerra y ver que a Francia la liberan muchachos de Nebraska y Ohio, que no sabían dónde estaba Europa. El discurso de Saint-Exupéry choca con el muro de la realidad. Cuando se pone en ese plan idealista, me parece menos convincente que cuando se pone en plan poeta de cantar el mundo, porque el mundo es un asombro, es un misterio y es inexplicable”, explica Juan Bonilla.

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