“La poesía pide una sinceridad, un acto de desnudez, que se necesita tiempo para dar”, Eudris Planche

Tom Sawyer y César Vallejo tienen un mismo ahijado poeta: Eudris Planche. Mientras el travieso personaje de ficción lo acompaña siempre, los versos innovadores del escritor peruano lo inspiran a toda hora. De esos predios literarios, que parecen no tener relación, procede el ganador del IV Premio Nacional de Poesía Viva #LdeLírica, organizado por Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, junto con La Piscifactoría Laboratorio de Creación, que participó en el 17º Hay Festival de Segovia, junto a los poetas Luis Alberto de Cuenca, Ajo Micropoetisa y Marta Vicente Antolín.

Planche es un narrador y médico cubano nacido en Guantánamo en 1985. Desde hace poco vive en Madrid a donde llegó “porque necesitaba seguir soñando y encontrar otras formas y medios de lograr esos sueños”. El poeta cuenta que hacía mucho tiempo quería irse de su país. El último empujoncito se lo dio la revista británica Granta, en su edición en español, cuando, en 2021, lo incluyó entre los 25 mejores narradores en español menores de 35 años.

En España Eudris Planche intenta sobrevivir, sin dejar atrás lo que es: “Aquí soy un escritor intentando dar a conocer su trabajo, pero al igual que en Cuba, acá el talento es una amenaza para algunos, y, por supuesto, te cierran las puertas, te hacen el camino más difícil. La diferencia está en que aquí el horizonte es mayor y más libre”. A eso se suma otra paradoja que ha experimentado: “En España pasa algo: cuando estás fuera y vienes de paso, tu trayectoria tiene un valor. Cuando vienes porque decides vivir acá, a un grupo de personas, al parecer, les molesta lo que tienes que ofrecer y comienzan a cerrar puertas. Este premio de #LdeLírica es una puerta siempre abierta”.

Una historia que en lo profesional tampoco ha sido fácil. Es un médico especialista que intenta homologar su título para poder ejercer, “en un país que necesita personal sanitario y, sin embargo, tardan hasta 24 meses para validar un título extranjero. Muchas veces no reconocen las especialidades de los sanitarios inmigrantes, los cuales se ven obligados a hacer un MIR para especializarse otra vez. ¿24 meses para validar qué?”, se pregunta indignado el escritor cubano.

Ahí no acaba la historia. Planche explica que “los documentos de graduado que presentas, para poderlos ganar tuviste que demostrar tus conocimientos durante muchos años, para que te los reciben y aprueben tienen que pasar antes un largo proceso de firmas, sellos y pagos, en el caso de Cuba pagos muy altos. Y luego, tras pagar otra vez, da fe de que son originales el Consulado español, de no ser así no puedes presentarlos al proceso de homologación”.

Dos frentes abiertos que se suman a los que afronta con la literatura porque escribe narrativa y poesía. Aclara que no siempre puede escribir poesía, es un género, confiesa, “que pide una sinceridad, un acto de desnudez, que se necesita tiempo para dar. Crearla sin estar dispuesto a darlo todo es caer en un mal poema, y el buen lector siempre lo descubre. Creo que la poesía es el género literario más sincero. No creo necesario salvar un poema al que no le encuentre sinceridad, ritmo y profundidad”.

Génesis de la poesía y la narrativa

El origen de sus poemas suele ser una imagen insospechada con ciertas cualidades. Entonces, el poeta deja entrever parte de su secreto literario: “Una imagen en forma de verso, una imagen dotada de cierta musicalidad que logra que me detenga y escriba. Luego investigo qué esconde, cuál es su dolor o su esperanza. Hasta podría decir que el poema insiste en escribirse así mismo, cada uno con su voz persistente y propia. De hecho, cuando pienso en un poema pienso en esa voz inicial, persecutoria, que sirvió como detonante”.

Narrar, en cambio, es otra cosa en un escritor como él que cree que esa es su voz principal: “Lo narrativo en mí, al menos como génesis, viene de esas voces populares que contaban historias, o de los cuentos que, junto a mis amigos de infancia, nos inventábamos en el barrio, en el andén de una Cuba en apagón, la Cuba de los 90, esa que ha vuelto al mismo estado o peor, de decadencia. Mi barrio siempre fue un cuento esperando quien lo contara”.

En esas noches a oscuras empezaron a acompañarlo desde el Mark Twain de Tom Sawyer y Charles Dickens, hasta Lorrie Moore y J. M. Coetzee, pasando por Maupassant, Virginia Woolf, Katherine Mansfield, William Faulkner, Carson McCullers, Djuna Barnes, Rubem Fonseca, Roberto Bolaño, Abelardo Castillo…

Unos narradores muy variados que conviven en armonía con otros poetas: “César Vallejo, que me inspira a todas horas, Lautréamont, Baudelaire, Rimbaud, Hölderlin. Proust, porque su prosa es el mayor de los actos poéticos. Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, mi adorada Silvia Plath, Fina García Marruz, Dulce María Loynaz, Elizabeth Bishop, Lowell, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Ida Vitale, Lezama, Virgilio Piñera, Luis Rogelio Nogueras, Reinaldo Arenas, Raúl Rivero, Pedro Juan Gutiérrez, Óscar Cruz, Jericho Brown, el Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot. Foucault. Y también de otras artes: da Vinci, Tiziano, Giorgione, Brueghel…”.

Cuba-Premio Poesía Viva-Hay Festival de Segovia

Con los ecos de esos autores obtuvo el IV Premio Nacional de Poesía Viva #LdeLírica. Eudris Planche agradece la existencia de premios tan inclusivos como este, “donde se le permite a cada participante defender su arte poética a su modo, sin aparentar ser otro más, sin pretensiones de un mercado que para aceptarte te obliga a cambiar, a dejar de escribir como quieres y lo que quieres. Esto último pasa más en la narrativa, donde en mi caso, han pretendido colonizarme. La poesía, ya sabemos, no le interesa al mercado”. 

Las eliminatorias del Premio Nacional de Poesía le gustaron, lo enriquecieron. Aquí, asegura Planche, “vi emoción, humildad, felicidad del poeta que comparte contigo su creación, ver cómo reconoce una oportunidad en el talento de otro. Vi esperanza. También vi gran parte de las cosas que un día me hicieron querer escribir. En ese sentido fue inspirador”.

Lo demostró en el Hay Festival de Segovia durante su lectura poética donde volvió a comprobar “una conexión inmediata con el público. Fue una suerte, una mezcla de emoción, agradecimiento, incredulidad”. Uno de los momentos más emotivos que vivió, reconoce, fue cuando Marta Vicente Antolín, ganadora del Premio 2021, le dedicó unas décimas en nombre, también, de los otros dos ganadores de ediciones anteriores, Paloma Chen y Miguel Sánchez Santamaría. Sorpresas y alegrías mezcladas con nervios que están ya siempre con él.