Carlos Boyero: “La sinceridad la pagas. Ser sincero es una cosa horrorosa”

MI VIDA EN PELÍCULAS Uno de los críticos de cine más leídos y temidos de España confiesa que sus películas favoritas son 'El apartamento' y 'El buscavidas' y dice por qué no le gustan Godard ni Antonioni. Confiesa que el cine le ha salvado la vida y dice por qué admira a Luis García Berlanga, Rafael Azcona y Fernando Fernán Gómez
El crítico de cine Carlos Boyero.
LUIS MANRIQUE RIVAS  11/03/2024

Carlos Boyero (Salamanca, 1953), el crítico de cine más sincero, irreverente, reputado y temido de España, desde los 16 años siempre llora con el final de El apartamento, de Billy Wilder. Y la ha visto unas cien veces en más de medio siglo. Casi el mismo tiempo que lleva en el mundo del cine, como estudiante primero, y luego como crítico “haciendo amigos”.  Empezó en la Guía del ocio, en los años setenta, y sigue activo ahora en el diario El País y la Cadena Ser, donde lleva más de quince años.

Un amante del cine poco mitómano, salvo cuando vio a Billy Wilder, Bette Davis, Sean Connery o Robert Mitchum. Como “secreto”, sabemos que no le gustan dos clásicos europeos como Jean-Luc Godard ni Michelangelo Antonioni,  y que se lleva “fatal” con el cine asiático.

Sobre los premios Oscar, que suelen ser controvertidos para él, reconoce que este año lo ha decepcionado uno de sus iconos, Martin Scorsese, con Los asesinos de la Luna, 10 nominaciones. En cambio, le ha gustado Los que se quedan, de Alexander Payne, la sorpresa del año con 5 nominaciones, protagonizada por Paul Giamatti, cuyo personaje considera “muy humano, inteligente y cercano”.

De todo esto habló Carlos Boyero en el ciclo Mi vida en películas, de Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, presentado por Andrea Gutiérrez Bermejo, redactora jefa de la revista Cinemanía y colaboradora de Historia de nuestro cine (RTVE). Un encuentro convertido en podcast que recorre la vida de Boyero en los siguientes episodios:

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La película que me enamoró del cine

Me ocurre cada seis meses viendo una película, desde que se estrenó. Me la sé de memoria, cada diálogo, cada plano, e inevitablemente en el desenlace se me salen las lágrimas. Es El apartamento, de Wilder. Tendría 15 o 16 años cuando la vi por primera vez, y siempre que la veo me provoca las mismas sensaciones. También me ocurre con El buscavidas, protagonizada por Paul Newman. Aunque hay épocas de mi vida que digo: Me gusta más El apartamento y otras en las que me gusta más El buscavidas. Pero cuando me gusta más El buscavidas, ¡mal negocio! De películas siendo niño recuerdo El príncipe valiente.

 

Escapadas del internado

Del internado me escapaba para ver películas, y me la jugaba. Un recuerdo imborrable es una noche de lluvia cuando vi una película para mayores de 16 años, El buscavidas. Era un tema duro para un crío de 13 años. Luego, pasé por diferentes situaciones reales que tienen que ver con esa película. Un psicoanalista se pondría las botas conmigo.

 

El paraíso de Madrid

Llegué a Madrid en el año 72 y descubrí la ciudad por los cines. Estaban los de estreno de la Gran Vía, eran muy caros para mí con 18 o 19 años. Pero, pasadas tres o cuatro semanas, las ponían en los cines de barrio en programas dobles. Descubrí la geografía de la ciudad al ver las películas.

 

Entre la facultad y el póker

En Madrid estaba en un colegio mayor y mi curro era desde las diez de la noche hasta las seis o siete de la mañana para jugar al póker. Mis amigos se presentaban por mí en la facultad y si suspendía los reprendía, era el colmo de la desvergüenza. Pero si había ganado en mi curro, los invitaba a comer y a beber. Había una correspondencia. No quería dedicarme al cine, mis amigos sí. De algo tenía que vivir.

 

Soy un actor lamentable

Estudié con gente como Fernando Trueba y Antonio Resines. Éramos locos del cine. Aprendí viendo cine y compartiendo con toda esa gente. Se empeñaban en que actuara en sus cortos y largos. Soy un actor lamentable, me veo y digo: ¡Qué malo soy! Si tuviera que hacerme una crítica diría: “Qué tipo tan impostado”. No me gusto nada, pero era divertido.

 

Mis comienzos de crítico

Fernando Trueba estaba en la Guía del ocio y cuando empezó a dirigir películas me convenció de que escribiera y lo reemplazara. Él se fue y yo seguí. Hasta el día de hoy. El primer artículo que me pidió Trueba fue sobre Bogart, pero no recuerdo cuál fue la primera crítica. Luego empezaron a insultarme. Hubo movida desde muy temprano. Y con mi enorme habilidad de hacer amigos empecé a hablar de gente intocable.

 

El precio de la sinceridad

La sinceridad la pagas, por lo menos, yo la he pagado. Debo llevar cincuenta años haciendo esto y me ha tocado. Hay una cuota personal, cuando tus amigos, la gente que quieres, presentan en un festival una película que sabes que les ha costado hacerla y que se la juegan, y no tienes más remedio que escribir de ella. Si te gusta, es maravilloso, pero si no, es un horror. Ser sincero es una cosa horrorosa. Luego ves a imbéciles que, de repente, hacen una película formidable, y lo cuentas.

Pongo mucho de mí mismo en lo que escribo. Mi biografía se podría escribir por los estados de ánimo. Hay dos cosas fundamentales: decir lo que piensas, que eso no tiene por qué ser bueno, y poseer estilo.

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La pandilla de los festivales

Iba a festivales de cine y éramos en la pandilla Ángel Fernández Santos, Antonio Gasset, Oti Rodríguez Marchante y Enrique González Macho. Era gente muy culta, muy leída, que amaba la vida y el cine.

 

Admiro a Berlanga, Azcona y Fernán Gómez

Berlanga ha hecho las dos mejores películas del cine español: El verdugo y Plácido. El otro al que admiro es Rafael Azcona. Y también a Fernando Fernán Gómez, aunque tuviera desplantes. Lo hacía todo bien. Era un lujo tener a un tío con esa cabeza, es de los grandes personajes.

 

Personaje de cine negro

Parecerme a un personaje de cine negro tiene un problema: todos acaban fatal. Es un género que me apasiona. Hay un personaje que siento cercano, aunque me gustaría tener su encanto, su belleza y su lado hipnótico: Jack Nicholson de Chinatown. La mejor película es Perdición, de Billy Wilder.

 

Mi película poema

Leólo, de Jean-Claude Lauzon, es un poema, la poesía en el cine. Es desgarradora, la película más triste del mundo. Un niño intentando salvarse de una familia de locos.

 

El botón demoníaco que me da la felicidad

Voy muy poco al cine, las películas me las pasan las distribuidoras en las salas. Mi único contacto con internet son las plataformas, aprendí a darle a un botón que me resulta demoníaco. Hay que buscar en una cantidad de basura, y me pregunto: ¿Esto de dónde lo han sacado? Y en una calificación que da la gente todas pasan del 5. ¡No sé de dónde lo sacan!

 

El cine me ha salvado

El cine a mí me ha salvado la vida, literalmente, a veces. Si la vida va bien, ver una película es maravilloso, es increíble. Pero si te sientes más solo y todo es un desastre, una película te cura durante un par de horas, y luego vuelves a la situación que atravieses. La capacidad de ensoñación que te da el cine es la felicidad, es la droga más potente que yo he conocido, y no te deja resaca.

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